El interior de un smartphone de última generación puede llegar a esconder un secreto desagradable como la explotación ilegal de recursos naturales, la esclavitud o incluso la mano de obra infantil. Así lo sostienen diversas organizaciones no gubernamentales que ponen el foco sobre minerales como el estaño, el cobalto o el coltán que se han convertido en materiales muy preciados por su utilidad en el ámbito de la electrónica.
Por esta razón el tantalio es utilizado para fabricar condensadores electrolíticos, que gracias a este metal pueden ser mucho más pequeños y tienen valores de capacidad eléctrica más exactos respecto a los condensadores tradicionales. La carrera por la miniaturización de los smartphones -y otros muchos dispositivos electrónicos- ha llevado a apostar por este material, lo que ha desembocado en una gran demanda de coltán.
Extraer coltán puede resultar barato pero nunca es sencillo. Uno de los principales problemas radica en su escasez, aunque en este punto los expertos no se ponen de acuerdo. Unas fuentes aseguran que la mayor parte de las reservas de este mineral se concentran en el corazón de África y apuntan básicamente a la República Democrática del Congo. El Centro de Estudio Internacional del Tantalio-Niobio en Bélgica, sin embargo, calcula que ese país tiene menos del 10% de las reservas de coltán.
Sea como fuere la República Democrática del Congo es uno de los primeros productores del Coltán junto a Australia, Brasil, Canadá, China o Ruanda, que curiosamente no tiene reservas de coltán. Varias investigaciones a lo largo de los últimos años han puesto de relieve la utilización de mano de obra infantil y otras formas de esclavitud en algunas minas de coltán en la República Democrática del Congo, especialmente en zonas rurales donde las milicias operan a sus anchas sin ningún tipo de control o gestión gubernamental.
El salario medio de un trabajador en la República Democrática del Congo apenas alcanza los 50 dólares al mes. Sin embargo, en las minas de coltán algunos llegan a ganar cuatro veces esa cantidad, pero sin embargo Amnistía Internacional ha demostrado que en algunas explotaciones se trabaja en condiciones de semiesclavitud e incluso se utiliza la mano de obra infantil: un niño apenas recibe un salario de 25 céntimos de euro al día por extraer coltán.
Esta mina no existe. Bueno, existir existe pero se supone que ‘oficialmente’ está cerrada. La mina de Manguredjipa está considerada como ‘roja’. Es decir, es una mina controlada por un grupo rebelde y las condiciones laborales no son óptimas. Así las cosas, tanto el gobierno congolés como las Naciones Unidas prohíben la compra del coltán de minas ‘rojas’.
Pero comprobar que las minas son ‘rojas’ o ‘verdes’ (las oficiales, donde los trabajadores tienen unas mínimas garantías) el gobierno debe desplazarse al lugar para comprobar que las explotaciones mineras no están en manos de grupos rebeldes, no trabajan menores y no hay mineros forzados a trabajar. Es una labor tediosa. En cinco años sólo 140 minas, de las 5.000 que hay en todo el país, han sido declaradas como ‘verdes’ (el 2,8%).
El coltán que se extrae de la República Democrática del Congo no debería llegar a nuestros dispositivos electrónicos. Pero, como todo en esta vida, hay subterfugios para convertir lo ilegal en legal. Y en el corazón de África son expertos en solucionar este tipo de problemas.
“¿Coltán? ¡De la mejor calidad! Tiene un 40% de tantalita”, afirma un vendedor sumergiendo las dos manos en una bolsa de plástico. Al sacarlas del interior muestra su producto. El coltán. “Un kilo 10 euros. Es una ganga y de la mejora calidad”, repite. “No encontrarás nada igual y en Goma te costará cerca de 30 euros el kilo”, comenta el comerciante.
La cotización del kilo de tantalio -ya extraído del coltán- ronda los 120 dólares en el mercado internacional, aunque su valor ha variado significativamente a lo largo de los últimos años y resulta mucho más barato si se ha extraído de una mina de coltán en la que no existen controles.
En Manguredjipa el coltán está tan presente que se puede comprar incluso en las tiendas de ultramarinos. Pero este mineral continúa siendo ilegal. Es un mineral de sangre. “Para hacerlo legal se puede comprar un papel. En Congo, con dinero, todo se puede comprar. Otra de las fórmulas para limpiar el mineral es pasarlo a Ruanda. Una vez allí, ya nadie pondrá en duda la procedencia y las grandes multinacionales te lo quitarán de las manos”, nos advierte un traficante que compra el producto a los rebeldes pero también a mineros y a taxistas que se sacan un extra robando el mineral de las minas.
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